Sunday, May 22, 2011

Automensajes

Durante el verano pasado tomé una cantidad sorprendente de notas, las que me ayudarían a escribir columnas, artículos e historias. Hoy, al revisarlas, descubro que no comprendo en lo absoluto a qué aludían la mayor parte de ellas. Una, empero, me ha llamado fuertemente la atención:

Desconfío de intérpretes futuros, aunque tengan mi mismo cuerpo.   

Friday, May 20, 2011

Prólogo a un cuento que aún no escribo

O bien me ha sido reportado por un reducido grupo de amigos de confianza, o ha llegado a mi conocimiento a través de otras fuentes de índole culturalmente más masivas (y la fragilidad de mi memoria tiende crecientemente a desdibujar las fronteras entre ambas categorías) pero pareciera ser que un número no despreciable de hombres, disconformes con el apelativo anatómico genérico, ha bautizado su pene de manera personal y secreta.

Este hábito me ha parecido siempre innecesario. El sustantivo común de uso corriente – y en las ocasiones que ameritan su aparición, su tropa de sinónimos – satisface plenamente todo lo que exijo del lenguaje. Un nombre a fin de cuentas es un intento primitivo y casi siempre heredado por capturar alguna relación. ¿Y qué podría estar más plagado de clichés, de eternas repeticiones e inevitables semejanzas, de forzosa falta de originalidad que la relación de un hombre con su pene? Centímetros más, centímetros menos, al fin son siempre iguales y por más que Sade se haya esmerado en hacernos creer lo contario, sus posibilidades lógicas son finitas. En cambio, me ha parecido indispensable ponerle un nombre propio a Dios. 

Friday, May 13, 2011

Esta insolente pantalla te habla

Esta es una historia. También es un examen. Pero, calma. El que da el examen acá soy yo, no usted. Hasta ahora soy una voz. O menos que eso. Pero, si soy persuasivo, tal vez usted me considere un personaje. Sé que le incomodo, hablándole así, tan directamente. Mi aproximación es más invasiva que la de otros, que sólo hablan de sí mismos y no se meten con usted. Es una diferencia de estrategias. No crea que esos narradores y yo no tenemos, a fin de cuentas, los mismos objetivos.

Uno de ellos podría decir, por ejemplo, “los huesos se me llenaron de polvo y el alma se me llenó de grasa”. Yo también podría decir algo parecido. Pero prefiero ser más franco. Usted posiblemente lo intuye, pero cuando cualquiera de nosotros dice algo así, naturalmente está hablando de usted. Porque yo, una vez que usted abandone el monitor, no soy más que una cadena de caracteres. Pero el que tiene huesos y alma, el que se llena de polvo y grasa, no soy yo.

¿Por qué continúa leyéndome? Puede que no tenga éxito en conmoverlo, pero le voy a hablar de su muerte y sus ilusiones perdidas. ¿Me perdonaría si para ello me ahorro el invocar a un niño que se muere de frío debajo de un puente mientras, a lo lejos, un oficinista se arroja desde su ventana? No veo para qué disfrazar de alegorías lo que está ocurriendo. Espero que me disculpe si lo digo de una vez, sin eufemismos. Usted se está muriendo.

Wednesday, May 11, 2011

[Cuento] Tomás y la Ontología

A la hora del desayuno, Tomás era el único que no se levantaba de la mesa. Decir que algo lo preocupaba sería hacer violencia a la forma en que él mismo hubiese pretendido explicar cómo se sentía. Un malestar vago, disperso e indiferenciado siempre se le hacía una realidad más soportable que atribuir a su inquietud una causa preeminente. ‘Lo que no tiene nombre no existe’, no era una frase que hubiese leído aún, pero en los años subsiguientes le prestaría su consenso.

Desafortunadamente, ni la perseverante inercia de nuestras negligencias cotidianas logra oponer bastante resistencia a los movimientos requeridos por las expectativas rutinarias y unos cuantos minutos después se vio caminando hacia el colegio. Había algo tranquilizador en esos verdes infinitos que franqueaban su paso, y se permitió acceso al momento de paz que le ofrecía esa tregua preliminar del desplazarse.