Thursday, June 21, 2012

Sobre una recurrente apatía epistemofílica


Debido a lo escaso de mi producción reciente, he decidido rescatar este viejo escrito, el cual, aun con el paso de los años, no repruebo del todo.


                     -------------------------   O   -------------------------

Sobre una recurrente apatía epistemofílica

En mi calidad de observador con propensiones científicas (consideradas seguramente pseudocientíficas por los autodenominados hombres de ciencia), me veo forzado a compartir una observación de la que he caído en conocimiento recientemente. Hurgando entre viejos papeles me volví poseedor del interesante escrito de un desconocido, en el cual especula acerca de lo que un leve carácter de autoridad folklórica es capaz de brindarle a ciertas proposiciones, volviéndolas completamente invulnerables a las más sencillas indagaciones atentas del sentido común. No hablamos aquí del férreo esfuerzo consciente por hacerse ciego a lo evidente, que presuponen ciertos dogmas religiosos. No, hablamos más bien de una señalética heurística que parece indicar: ‘pasa de largo’, ‘no vale siquiera la pena indagar el valor de verdad de esta frase’, ‘cree sin cuestionar y olvida’. Y, luego de tan extenuante preámbulo (inadmisible quizás para alguien que escribe en un medio cuyos lectores aún luchan por no resignarse a la obligación de aburrirse), ¿cuál sería la controvertida frase en cuestión?
Una vieja pieza irrelevante de sabiduría colegial recibida en la más tierna infancia:

- Niños, ¿cuál es la única palabra en español que usa las 5 vocales?
- … … … ¡MURCIÉLAGO!

No es sorprendente que el criterio de verificación del niño sea notar que efectivamente la palabra cuenta con las 5 vocales y, por lo tanto, la aseveración no puede ser falsa. Lo impresionante es que de ahí en más (salvo escasísimas – y honradísimas  excepciones) tal creencia no se cuestione. O, para ser más precisos, jamás siquiera vuelva a ser considerada. Se incorpora esta pieza de saber en su condición de sedimento de referencia pese a que podemos observar que cualquier manejo del lenguaje  por mínimo o rudimentario que sea  nos enfrenta con un vastísimo conjunto de contraejemplos que vuelven el dictum no sólo dudoso o cuestionable, sino francamente absurdo.

Víctima de su transtorno obsesivo, nuestro investigador, el Dr. Doppelgänger, se propuso descubrir el alcance y la prominencia que las palabras pentavocálicas ocupan y, para ello, en un riguroso y extenso estudio que nos es imposible reproducir aquí, demostró que de las 120 posibilidades teóricas de ordenación combinatoria bajo las que dichas palabras son generables; al menos 50% pueden ser efectivamente construidas y tienen ejemplos concretos en el lenguaje ordinario. No sólo tenemos las muy habituales ‘abuelito’ y ‘neumático’, que despiertan las sospechas de unos pocos. Están las context-specific ‘freudiano’ e ‘incestuosa’. Las revolucionarias ‘cuestionar’, ‘opusiera’ y ‘triunfaremos’. Están incluso las que, en el orden correcto, hablan por sí mismas:

‘preciosura’ → ‘curiosea’ → ‘involúcrela’ → ‘influyéndola’ → ‘autorice’ → ‘pusiéronla’ → ‘inocularle’→ ( precaución) → ‘descuidados’ → ‘reproducían’.

Y cuando la remisión del buen gusto nos permite relajar nuestros criterios de admisión, entran algunas tan festivas y recurridas como ‘huevoncita’ y ‘reculia...’

Ante lo pedestre y humilde de la proposición misma podemos caer en la tentación de convertir en metáfora el hallazgo y preguntarnos cuáles otras afirmaciones portentosas, de ésas que involucran nociones absolutas (e,g., ‘todos los X son…’, se sabe que el único que…’) pasan completamente indesafiadas pese a la ocurrencia y conocimiento diarios de contraejemplos patentes.

Pero no temamos, los juicios sobre la presencia de vocales no tienen relevancia histórica ni política.