Comenzaré mi comentario por su arista visceral. Casos como el de los padres canadienses súper hippies, progresistas y liberales, que han decidido ocultar el sexo de su hijo para no influenciar su inclinación sexual, me producen una repulsión iracunda. Recuerdo también el caso de una activista de la igualdad de géneros que trabajaba en un jardín infantil, quien para designar a los niños usaba como labels:
1PF = Presumed Female, as in children born with a vagina and vulva.
2PM = Presumed Male, as in children born with a penis and testicles
Esto no es más que political correctness llevado a un grado de desconexion con la realidad en el cual se deja de ver lo que está ante la propia cara (and yes, that's an oral sex innuendo).
Estos geniales padres canadienses se olvidan de que no elegir es a todas luces sólo otra elección más. Pero no, creen que su niñoniña con nombre de X-men (lo bautizaron Storm, para que fuera neutro) y un taparrabos en los genitales para que no pueda saber de qué tipo son, estará menos influenciado para definirse a sí mismo que uno en el que existe coherencia entre su genital y su pronombre.
En definitiva, estos padres no son más que narcicistas patológicos. Si realmente pretendieran lo que dicen pretender, bastaría con que al niño lo vistieran de verde en vez de rosado o celeste, no le perforaran las orejas y le dejaran el pelo largo hasta que decida cortárselo el mismo, o no. En cambio, montar toda este teatro y luego llamar a la prensa para lucirse con él indica que lo que los motiva no es más que mostrarle al mundo que ellos son los más avanzados y liberales.
Ahora bien, de dónde creo yo que se originan ésta y otras aberraciones del estilo. En la definición difusa y ambigua del concepto de género. Este yace peligrosamente cerca pero sin quedarse nunca fijo entre el de sexo y el de identidad sexual. El que alguien sea hombre o mujer no está nunca en discusión (salvo en el caso muy restringido de los hermafroditas). Mediante el principio de no contradicción de Aristóteles sabemos que el pico o está o no está y se acabaron las opciones. (O para una mayor inclusividad transespecies: los gametos son o grandes o pequeños).
La "mujer atrapada en el cuerpo de un hombre" es un hombre, un hombre que se identifica con una identidad femenina. (En un cuento de Birmajer, un niño, al que su padre homosexual le ha dicho que descubrió que se siente una mujer y va a someterse a un cambio de sexo, les responde: y yo soy en realidad un perro en el cuerpo de un niño - y comienza a ladrar, gruñir y morder hasta que los descubre un noticiario y el padre se suicida. Happy ending, dirían algunos).
Las identidades sexuales, en cambio, sí son construidas, maleables y definibles. Y dependen tanto de cómo se defina uno como de los rótulos que te asigne la sociedad. En ese sentido, homosexualidad, heterosexualidad y bisexualidad me parecen etiquetas demasiado rígidas y desactualizadas como para capturar la inmensa complejidad y la enorme variación interindividual del fenómeno del sexo. Obligan a abanderizarse con una posición y a no poder abandonarla después. Por eso - aunque me reí la primera vez que la escuché - me parece tan lúcida la categoría que se utiliza en la discusión médica acerca del HIV en Estados Unidos: MSM (men who have sex with men). Las cosas por su nombre.
El que las identidades sexuales no son tan dicotómicas como creemos lo vemos en abundantes manifestaciones. En el mayor grado de pansexualismo femenino, por ejemplo, que ha sido estudiado experimentalmente (a grandes rasgos ante un video de dos simios copulando las mujeres se excitan considerablemente más que los hombres). También en el polimorfismo perverso con que Freud caracterizaba - acertadísimamente - a los niños (aunque seguramente se extendería por más años de no mediar la acción coercitiva de la sociedad). En las incertidumbres exploratorias adolescentes (bi-curious et al.)
Pasando a otro punto, cuando señalas que "no me sorprendería que fuera tarea de nuestros hijos el paso final de separar el afecto de pareja del sexo, y que éste se convirtiese en una actividad más del fin de semana para hacer en grupos de amigos" no puedo estar más de acuerdo. De hecho, no fue otra cosa que lo que hizo Wena Naty y lo que consiguió fue de pronto convertirse en la bruja de turno en el juicio de Salem. Ahí no habló ningún progresista para pedir que la dejaran tranquila, que sólo era una joven más. Se podrá argumentar que se exponía a riesgos, pero con cuidados mínimos estos se minimizan a niveles negligibles. Decir que lo que hace es inmoral no es otra cosa que reeditar para nuestros tiempos la prohibición de la Torah de comer carne de cerdo. Esto es, codificar restricciones biológicamente obsoleta en prescripciones morales
Finalmente, ¿es la homosexualidad una patología? Se suele usar como respuesta a esto: "No!, porque en el DSM-III dejó de aparecer como tal" Y eso no prueba otra cosa que el que la definición de patología depende únicamente de decisiones burocráticas fundadas en intereses políticos. Pero para terminar en una nota más radical agregaré: ¿es la homosexualidad una patología? No, porque la homosexualidad no existe.
¿es la homosexualidad una patología? No, porque la homosexualidad no existe.
ReplyDeleteNotable columna robert