Monday, July 25, 2011

Acerca de la figura de Cristo

Hay quienes dicen “Si Cristo no resucitó al tercer día, toda su palabra es vana” Me resulta imposible compartir esta visión. Si un mensaje hace sentido, hace sentido con total independencia de los atributos de quien lo articula. Si lo que Cristo enuncia es válido como camino para conducir una vida más plena, entonces es válido sin miramientos a si el personaje histórico – o literario – llamado Jesús comparte o no la naturaleza divina. De hecho, podríamos pensar que la presunta naturaleza divina de Cristo es una atribución metafórica que emerge de la constitución orgánica de la estructura de su mensaje.

Dejando entre paréntesis su posible identidad de Dios, Cristo puede haber sido, o no,  un miembro de nuestra especie, un humano concreto en un tiempo y lugar determinados, un producto biológico de un padre y una madre.  A mi juicio, esta disquisición es muy poco relevante. Cristo es ante todo un texto. Voltaire decía: “Si Dieu n'existait pas, il faudrait l'inventer.”[i] Si esto fuera así, habría que agradecer con fervor a San Pablo por habernos regalado una historia con un personaje central que posibilita tan magno nivel de introspección sobre la naturaleza humana y abre tan radicalmente la puerta a su perfeccionamiento.

Alguien podría rebatirme, diciendo que el grado de perfeccionamiento personal al que el Cristianismo ha conducido se ve superado por el dolor que ha causado. Inquisiciones, persecuciones, intolerancia, restricciones dogmáticas a conductas beneficiosas basadas en dogmas de fe extremistas (“emplear anticonceptivos es desafiar la voluntad de Dios”) o en creencias científicas completamente obsoletas (“no comerás animales de pezuña hendida”, muy posiblemente un precario algoritmo médico para evitar la triquinosis, pero que no hace ningún sentido hoy en día, o “cuando la mujer está en su menstruación es impura y no debes tocarla para no ser contaminado”). Ante esto respondería que como cualquier evento con un fuerte potencial de transformación social, el mensaje de Cristo, y el Cristianismo, que no es su sinónimo sino su consecuencia histórica, es una forma de inmensa movilización de energía. La energía no es buena ni mala. Es un potencial. La energía nuclear permite fabricar bombas capaces de arrasar ciudades enteras, pero también ilumina por las noches, a un bajo costo, a miles de familias. Toda energía puede eventualmente escapar de control. Esto puede deberse tanto a la incapacidad del personal que la maneja (Chernobyl) o a factores externos impredecibles y muy difícilmente evitables (Fukushima). Requeriría otro ensayo completo extender la metáfora para explorar las contingencias históricas y seculares que han llevado a la Iglesia a recorrer ciertos caminos y a cometer ciertos abusos.     

Todo texto complejo posibilita múltiples lecturas. Esta divergencia hermenéutica puede ser tanto vertical como horizontal. Lecturas que difieren en un sentido “horizontal” son distintas maneras de interpretar, esto es, resaltar el punto focal del contenido del mensaje. E.g.,  “el mensaje de Cristo es un llamado a desprenderse de lo material para emprender el camino a la santidad”, “el mensaje de Cristo se centra en un llamado a ver y amar la realidad del otro en su total integridad”, “el mensaje de Cristo es una voz revolucionaria de esperanza para un pueblo oprimido.” Las lecturas verticales son aproximaciones sistemáticas y metódicas para abordar la lectura y decodificación del texto, son, en definitiva, distintos niveles lógicos desde los cuales abordar el objeto de estudio. E.g., para el Catolicismo medieval la relación entre la Palabra revelada de Dios y la Iglesia (el conjunto de todos los creyentes) está mediada y guiada por las autoridades intelectuales y espirituales pertenecientes a la alta jerarquía eclesiástica. La Biblia es un objeto de adoración, pero lo relevante no es que el pueblo acceda a sus palabras mismas. La misa se hace en latín, en imponentes iglesias góticas llenas de obras de arte estremecedoras y en un ambiente cargado de velas e inciensos; todo lo cual logra inducir un trance místico, pero no una comprensión racional de los argumentos que en el libro se contienen. Lutero, en cambio, plantea un quiebre radical. Traduce la biblia al alemán, para que sus compatriotas puedan acceder a ella y los insta al trabajo de una lectura y relectura personal constante y dedicada como modo de acercamiento a Dios. Me parece adecuado añadir que no creo que una de estas aproximaciones sea más válida o conveniente que la otra. Cada una tiene su propia poética y su propio sentido. Conviene al menos entender que aunque no se pueden transitar ambos caminos, las dos “lecturas” son legítimas y en un nivel macro, complementarias. El físico Niels Bohr decía que en el mundo existen dos tipos de verdades. Las pequeñas verdades y las Grandes Verdades. Lo contrario de una pequeña verdad es una mentira. Lo contrario de una Gran Verdad es otra Gran Verdad. Este es uno de los comentarios más profundos con los que me he encontrado y cada día lo descubro aplicable a un mayor número de situaciones.

No negaré que la Biblia es una lectura dura. Para mí es casi inabordable. He logrado disfrutar ciertos bocados de ella, pero sospecho fuertemente que intentar asimilarla en su totalidad de una sentada, aunque no se tratara más que del Evangelio, me produciría una indigestión terrible. He rescatado algunas anécdotas, historias y fábulas – o parábolas, como las llamaría Jesús. Este proceso me parece similar al de la digestión, en el cual se incorporan sólo los elementos nutritivos para la naturaleza particular de cada organismo y se descarta el resto. Curiosamente, las mayores influencias en mi acercamiento al mensaje de Jesús han sido conducidas por fuentes extrabíblicas.

¿Qué es lo central del mensaje de Cristo para mí? O tal vez debiera decir, ¿qué es lo central de mensaje de Cristo? En pocas palabras, que nos permite tener un entendimiento mucho más sutil de la idea de Dios. El teólogo Antonio Bentué propuso algo que me impactó profundamente. Dijo que el sentido en el cual el Dios que Cristo propone es un Dios de amor, es que todo aquel que se arrepienta podrá llegar al cielo. Arrepentirse, aquí, no significa más que decidir voluntariamente que se quiere estar en la compañía eterna del Padre. Esta es una decisión que puede tomarse en cualquier momento. El infierno, entonces, no es el subsuelo de fuego eterno al que es condenado a ir quien no alcanza a comer la hostia el domingo y es atropellado por un bus el lunes siguiente, sino un abismo de la más profunda soledad en el que únicamente eligen voluntariamente estar quienes por su orgullo no quieren volver al Padre. Me gusta mucho conectar esto con el más bello pensamiento de Giovanni Papini en su maravilloso libro “El Diablo.” Básicamente dice que ya que Cristo plantea: “es fácil amar a vuestros amigos y a quienes os hacen bien, pero es igualmente necesario amar a vuestros enemigos y a quienes os hacen mal” es necesario extender esta declaración hasta sus últimas consecuencias lógicas y, por lo tanto, amar profundamente también al mayor enemigo de la humanidad, a Lucifer. Sólo así, continúa, podrá Lucifer redimirse y volver a brillar nuevamente como el ángel más perfecto en la órbita de su Padre. Condensa un sentimiento similar la exhortación: “odia al pecado, pero ama al pecador” (la cual a su vez se parece bastante a la reciente idea médica de que no existen enfermedades, sólo enfermos).

Creo que esta idea del infierno como una residencia voluntaria puede ligarse a un fragmento del folklore new age que no es necesariamente vulgar. Podríamos resumirlo como: “todo está en ti.” Existen muchas maneras de formular esta idea. “El mundo externo es un reflejo del mundo interno” como escuché recientemente en una sesión de meditación. “Tú eres el prisionero, eres el carcelero y eres el héroe que libera”, frase con la que me pillé inesperadamente en el lugar menos pensado, un manual sobre cómo hacerse millonario, en el cual, al menos, el autor tiene la sutileza y la elegancia de tratar al dinero como lo que realmente es, una forma de energía. Pero quizás la formulación más hermosa sea esta historia que Kafka parece rescatar o crear a partir de la Torah y que Borges cita. Parafraseo:

Un hombre recorría un camino cuando divisó un enorme castillo. Se acercó a verlo de cerca y se encontró con un guardián. Le dijo que quería entrar, y éste le respondió – Si quieres entrar tendrás que luchar contra mí y vencerme. – ¿Y qué encontraré adentro si te venzo? Detrás de mí hay otra puerta y custodiándola, otro guardián, pero éste es mucho más fuerte que yo. Tras de él hay otra puerta y junto a ella otro guardián; éste es inmensamente más fuerte que aquél. Entonces, el viajero se sentó a esperar al costado del castillo. Esperó y esperó toda su vida. Cuando ya se estaba muriendo vio que el guardián empezaba a tapiar la puerta que por tantos años custodió. – El hombre con su último aliento alcanzó a preguntar: ¿Por qué cierras la puerta? El guardián respondió: Porque esta puerta estaba hecha sólo para ti y ahora que mueres voy a cerrarla para siempre. 

Podemos ver en todo esto una alusión velada a que Cielo e Infierno no necesitan ser lugares metafísicos que nos esperan más allá de la muerte. Pueden ser guiones actitudinales o disposicionales mediante los cuales guiemos nuestras vidas y modifiquemos nuestra realidad.

Aparte del núcleo global del mensaje de Jesús que ya he detallado, quisiera detenerme en una historia puntual en la que pienso con bastante frecuencia y que me ha conducido a una comprensión más plena e integral del mundo. Como ésta, hay muchas otras historias que recuerdo y que emergen a veces para ayudarme a tomar decisiones, pero ésta me es la más querida. No pertenece al evangelio canónico, la encontré en los textos apócrifos. La llamo el relato de Jesús y el perro putrefacto. Brevemente, dice algo como esto:

Iban Jesús y sus discípulos caminando por una plaza de mercado en un caluroso día de verano, cuando sintieron un intenso hedor que provenía de alguna parte. De pronto los discípulos divisaron el cadáver de un perro yaciendo a pleno sol,  totalmente cubierto de moscas. Le dijeron a Jesús – Maestro, vámonos de aquí. Pero Jesús sencillamente caminó hacia el perro, se acuclilló a su lado y dijo sonriendo – Tiene bonitos dientes.

Una formulación más breve de esta idea sería la que alguna vez me dijo una amiga, eminente fotógrafa, al hablarme de Nápoles: “es una ciudad en que la belleza hay que buscarla en medio de la mierda.” Cada vez que pienso en esta historia, me conmueve. Se requiere ser un individuo muy evolucionado para encontrar algo rescatable en cada cosa o situación. Al percibir, proyectamos y vertimos gran parte de lo que somos en el objeto que vemos. A nivel cuántico, sabemos desde Heisenberg que la presencia del observador modifica lo observado. Más conectada con nuestra propia experiencia, es la siguiente afirmación de Jung en torno a la sombra: “aquellas cosas que odiamos en los otros, son en realidad cosas de nosotros mismos que odiamos, pero que no asumimos.” Es cierto que la sobregeneralización extrema de la frase la vuelve una banalidad, pero en su justa medida ayuda bastante a comprender el fenómeno de la interacción humana. Me permitiré narrar otros dos relatos que ilustran el punto que tratamos. Una vez más parafraseo:

Un anciano estaba sentado a la orilla de un camino que conducía a un pueblo. De pronto apareció un caminante que se aproximó y le dijo – Vengo de muy lejos y ando buscando un lugar donde establecerme, ¿me diría, por favor, cómo son los habitantes de este pueblo? El anciano le preguntó - ¿Cómo eran los habitantes de tu pueblo? El viajero replicó – Eran avaros, codiciosos, violentos, mezquinos y cobardes. El anciano dijo – Mejor sigue tu camino, la gente aquí también es así. El caminante prosiguió su marcha y se perdió a la distancia. Pocas horas después apareció otro peregrino. Curiosamente, éste tenía las mismas intenciones que el anterior y formuló la misma pregunta. El anciano de nuevo preguntó - ¿Cómo era la gente de tu aldea? El viajero dijo – Eran leales, nobles, justos, amables y considerados. – Bienvenido – dijo el anciano con júbilo – la gente aquí es también exactamente como la que describes.

Dos perrillos fueron juntos a una feria de atracciones que acababa de arribar al pueblo. En un momento se separaron y mientras uno corría persiguiendo el carrusel, el otro se internó en la casa de espejos. Salió éste después de un rato y, curiosamente, en ese mismo momento entró, sin verlo, su amigo. Cuando al final del día abandonaron la feria y empezaron a compartir sus experiencias, uno de ellos le dijo al otro – Lo mejor de todo fue sin duda haber encontrado una casa llena de otros pequeños perros muy amistosos, todos de mi edad, con los que jugué hasta cansarme. - ¡Qué suerte tuviste! – replicó el otro – yo en cambió entré a otra casa que estaba lleno de perros agresivos, los que me miraban con ojos amenazadores, me ladraban y me gruñían. Estuve seguro que en cualquier instante se abalanzarían sobre mí para despedazarme. Ojalá hubiera podido encontrar en vez tu casa.  

Ahora, no hay que malinterpretar esto como un llamado a ser exclusivamente “buenos.” En todos nosotros existe una dualidad y un continuo. Somos tiernos, pero somos crueles. Anhelamos amar, pero queremos destruir. Como decía Nietzsche: “para que un árbol toque con su copa el Cielo, sus raíces deberán llegar hasta el Infierno.” No podemos negar esto. Si algo útil nos enseñó Freud es que la represión no es una buena solución a estos problemas. El camino consiste en asumir nuestras distintas tendencias, para poder integrarlas. No tenemos que llegar a ser perfectos, tenemos que llegar a ser nosotros mismos.  

Sospecho que Cristo era otro pecador más, como nosotros. Creo que si murió en la Cruz no puede haberlo hecho sólo para salvarnos, estaba tratando también de redimirse. Sólo así logro entender, que hasta el fin de su agonía haya decidido no desperdiciar su tiempo ni energías en odiar a sus torturadores. Estaba centrado en experimentar su sublime transformación, pues – aunque no pueda explorar aquí este punto con la exposición que amerita – la tortura es uno de los caminos hacia la revelación, pues nos empuja al límite del cuerpo y de la mente. Es por eso, por su profunda humanidad, que podemos identificarnos con su historia. Una niñez llena de un potencial enorme, un período de formación y maduración del que nada sabemos, un viaje solitario de cuarenta días por el desierto. Nadie puede llegar a conocerse realmente si no pasa cuarenta días en el desierto, aunque no sea más que un viajero inmóvil anclado en el desierto de la gran ciudad que es el desierto de su propia mente.

Finalmente, quisiera decir que puede haber gente que no comparta nada de lo anterior ni pueda siquiera extraer otras enseñanzas a partir de su propia lectura del mensaje. Puede ser también que intuyan que algo de valioso puede haber en todo esto, pero que voluntariamente decidan no explorarlo por razones identitarias, personales o doctrinarias. Esto es completa y absolutamente respetable. Sin duda estas personas alimentan su repertorio de anécdotas, historias, fábulas y parábolas en otras fuentes, quizás tanto o más valiosas que ésta. Pero lo que sí me resulta inaceptable es la actitud de quienes, no contentándose con no ver nada de valor en todo ello, además consagran buena parte de sus energías en procurar que tampoco los demás puedan verlas o apreciarlas. En esta línea se sitúa el ateísmo militante de Richard Dawkins, quien como biólogo es genial pero como teólogo muestra su precariedad al mantenerse obstinadamente en un sólo nivel lógico de análisis hermenéutico que termina siendo extremadamente ciego. La gente como él se asemeja al perro del hortelano, que ni come ni deja comer. O al niño frustrado que como lo está pasando mal en la fiesta, intenta arruinársela a todos los demás. Quiero cerrar apelando a la genialidad de Camille Paglia, que en esta frase se refiere a los jóvenes, pero que me parece aplicable a todos nosotros: “When you destroy young people's ability to take pleasure in beauty, you are a pervert!”[ii]


[i] Si Dios no existiera, habría que inventarlo.
[ii]¡Cuando destruyes la capacidad de los jóvenes para encontrar placer en la belleza, eres un pervertido!

3 comments:

  1. lo leìmos junto a David, nos divertimos, GRACIAS por pensar por nosotros!jajajaja te queremos
    Carla y David

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  2. Hola Roberto:

    Gracias por tu mensaje de felicitación y por el texto... alude a muchas cosas. MI experiencia en Nápoles fue realmente muy simbólica.Gracias por compartirla en la teoría y por adjuntar la historia de Jesús y el perro; no la conocía.
    Un fuerte abrazo desde Madrid

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  3. Roberto

    Encontré muy bueno su articulo por muchas razones, una de ellas es que encontré que es bastante interesante leer un articulo no bíblico que se refiera a la figura ya sea bíblica, divinizada o literaria de cristo. También encuentro que esta súper bien elaborado y es bastante ameno de leer, mas que ameno resulta entretenido por la agilidad que tiene el texto, con maravillosas analogías como la del niño parkeao en la fiesta y muchas otras, ademas de las breves y profundas historias que se desarrollan en el articulo. Junto a todo esto, me gusto mucho por que me puedo identificar en el, en el sentido del inicio del viaje espiritual que te permite conocer la realidad desde otros prismas, tb con lo del infierno y la famosa sombra jungiana.
    En fin, felicitaciones por el articulo, hay muchas partes que me gustaron mucho para utilizarlas en el día a día.
    Un fuerte abrazo, nos vemos por ahí...
    Felipe Barría

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